viernes, 9 de octubre de 2009

Sexualidad Filantrohumanística.

Partiendo de algunas experiencias e inquietudes me permito compartir una reflexión acerca de la sexualidad, y mi paradigma acerca de proporcionarle a la sexualidad el matiz filantrohumanista.

Posiblemente pueda parecer lo mismo, pero va más allá es una filosofía de vida que nos permite exaltar nuestra esencia humana y potencializar las más profundas pasiones del ser.

En un sentido amplio, La etimología de la palabra filantropía deriva sus raíces del griego φίλος philos (o filos), y άνθρωπος, antropos, que se traducen respectivamente como "amor" (o "amante de", "amigo de"), y "hombre" (o "ser humano"), por lo que filantropía significa "amor a la humanidad".

En general, la filantropía es el amor al género humano y todo lo que a la humanidad respecta, particularmente, en su forma positiva y constructiva, expresado en la ayuda a los demás sin que necesariamente se requiera de un intercambio o interés alguno en una respuesta. Esto anudando al humanismo, que es el sentimiento, la actitud individual en la que destaca de manera prominente la admiración, exaltación y elogio de la figura humana para enaltecer su dignidad.

Con base en lo anterior, enfocamos estos dos conceptos en la sexualidad podemos percibir que se han hecho aun lado en la asunción de la misma. Se ha perdido la verdadera esencia de la sexualidad, limitándolo a lo instintivo, simplificado a un contacto genital.

Para poder involucrarnos sexualmente con alguien, primero que nada debemos reconocer al otro como un igual, un ser humano que piensa, siente y vale. Esto no tiene nada que ver con las ideas preconcebidas del amor, si no con el apego a la filantropía, amor a la humanidad, si manejo el concepto y lo traduzco en una actitud humanista donde únicamente procure el interés, la atención, el respeto, la empatía y la reciprocidad, la sexualidad evoluciona y vislumbra un nivel por arriba de lo corpóreo.

Todos somos una misma esencia y somos el mismo conducto, si cuidamos, nos brindamos en una entrega no solo física, si no psíquica los deleites físicos promueven satisfacciones intrínsecas que son aun mayores y duraderas de los que pude ser un orgasmo.

Tocar el alma, acariciando la piel, con el amor a uno mismo y a los demás es una sensación que enaltece al cuerpo, fortalece al ego; reconforta la voluntad, sublima al espíritu y potencializa la esencia exaltando al ser.